CC by Rob Shenk |
Cierra los ojos, piensa durante un minuto en el mejor profesor/a que has tenido a lo largo de tu vida como estudiante, intenta definirlo en una palabra.
Esta es una de las primeras acciones que llevo a cabo en la asignatura de «Planificación de la Acción Educativa» que imparto a los alumnos que comienzan su carrera de Maestros de Primaria.
Esta asignatura de grado viene a sustituir a la famosa «Didáctica General» que siempre hemos estudiado los que decidimos cursar alguna titulación relacionada con la educación.
Las famosas teorías del currículum o la didáctica que se suelen estudiar en esta asignatura se centran en el proceso de enseñanza-aprendizaje, uno de los temas fundamentales, además, es conocer qué es un profesor. A este respecto encontramos gran cantidad de textos teóricos que analizan su evolución profesional, sus características, su perfil profesional, su, su, su… todo ello está bien pero ¿por qué a veces estudiamos desde la pedagogía al docente como si fuera un bicho extraño al que sometemos al microscopio? me recuerda a cuando en los informativos hablan de «los internautas» como si fueran una especie en peligro de extinción sin tener en cuenta que todos los que utilizamos la red formamos parte del ciberespacio. Pues algo parecido pasa con la figura del docente. Claro que vamos a conocer teorías y perspectivas pero… si yo soy docente, si ellos van a ser docentes, si ellos han estado y están rodeados de docentes. Vamos a ver qué realidad tenemos, vamos a partir de nuestra experiencia.
Retomando esa pequeña práctica inicial mis alumnos cerraron los ojos, pensaron en los maestros que habían tenido y escogieron el que consideraban que había sido el mejor.
Este curso recopilé las palabras con las que los alumnos definieron a esa persona que habían escogido como el mejor docente que habían tenido. Son las siguientes:
– Motivador/a
– Divertido/a
– Paciente
– Comunicador/a
– Claro/a
– Sincero/a
– Original
– Comprometido/a
– Cercano/a
– Práctico/a
– Dinámico/a
– Entregado/a
– Creativo/a
– Ameno/a
Las palabras se nos quedan cortas y en seguida los alumnos al estilo «diario de Patricia» comienzan a compartir su experiencia. Alguno de los comentarios más interesantes fueron:
- «No me gustaba lengua, la suspendía todos los años, pero él me la hizo fácil».
- «Me perseguía por los pasillos preguntándome si había hecho los deberes y se sentaba en una esquina a ayudarme si era necesario».
- «Era una profesora que tuve en Primaria pero me acordaré toda la vida de ella porque otros profesores me habían dejado por imposible y ella me hizo ver que le importaba».
- «Se sabía mi nombre».
- «Le encantaba su asignatura, la vivía tanto que nos quedábamos embobados escuchándola dar clase».
- «Mi clase era «la mala» para todos los profesores pero él decía que éramos los mejores porque no éramos iguales que los demás».
- «Tenía unas habilidades de comunicación geniales».
- «Cada día hacía una cosa distinta. Estábamos deseando ver qué era lo próximo que se le iba a ocurrir».
- «Nos exigía mucho pero era muy claro en lo que quería, no nos mareaba ni nos lo ponía difícil porque sí, nos justificaba el motivo de lo que hacía y eso nos hacía sentirnos importantes».
- «Al principio me caía fatal pero poco a poco se ganó mi respeto, el último día de clase más de la mitad llorábamos porque nos daba pena despedirnos de ella».
Retomamos la lista inicial y le unimos estos últimos comentarios y les planteo que no ha aparecido por ningún lado como algo destacable en su profesor favorito «la gran cantidad de matemáticas que ese profesor sabía» o «todo el contenido teórico que conocía», muchos de ellos sí que han nombrado que su docente favorito destacaba porque sabía mucho conocimiento, pero añadían «sí, sabía mucho de su asignatura, pero también sabía mucha química el profesor de Bachillerato y el pobre ni tenía ni idea de cómo explicarla».
Otra de las cosas que les pregunto es si cuando han tenido que escoger a su docente favorito les había costado esfuerzo decidir qué profesor o profesora había sido el mejor, la mayoría me dijeron que lo habían tenido claro desde el principio y sólo dos o tres indicaron que habían dudado entre un par de profesores que habían tenido que fueron muy buenos… ante esto, este año una alumna dijo «que de entre todos los profesores que hemos tenido en nuestra vida tengamos tan claro quién fue el mejor es bastante triste porque implica que ha sido algo excepcional y poco común».
El siguiente tema entonces es:
– «¿Y por qué ese profesor/a era así?»
– «Porque era así por naturaleza, era ameno, original, entregado… tuvimos suerte y nos tocó en clase»
Siguiente mito a destronar: «era así por naturaleza». Todos nacemos con una naturaleza y un carácter propio pero las habilidades se pueden desarrollar y convertir en competencias. Tenemos que creer en el desarrollo y el cambio (de otro modo, ¿para qué somos profesores?). Me gusta poner el ejemplo de la creatividad. ¡Cuántas veces hemos escuchado eso de «es que es un chiquillo muy creativo»!. Como bien dice Menchén «la creatividad no es tanto un don misterioso que poseen unas cuantas personas con talento, sino es la tarea cotidiana de establecer conexiones que no son obvias como agrupar cosas que normalmente no van juntas». La curiosidad es el corazón de la creatividad, ya que implica inquietud, crítica, hacer preguntas, etc. y se puede (y debe) trabajar en clase.
No podemos dejar algo tan importante como la enseñanza a la libertad personal o a la suerte. Es nuestro deber, es MI deber desarrollar esas características en ellos, que dentro de 4 años saldrán a trabajar a las aulas, es el deber de la Universidad, es lo que propone Bolonia (en el papel), es lo justo para el futuro y lo necesario para la sociedad. Es cambiar el chip desde ya, desde el primer día que entran en las aulas, para que ellos mismos entiendan que se les va a exigir otro tipo de cosas, no que reciten de memoria las teorías curriculares (sin menospreciar ni mucho menos su importancia esencial).
Mi esperanza es que dentro de unos años cuando haga esta pequeña práctica inicial con los alumnos, a éstos les cueste decidirse por cuál ha sido el mejor maestro que han tenido. Eso significará que la enseñanza ha mejorado, que esos dones misteriosos comenzaron a desarrollarse y a considerarse como algo fundamental en la profesión docente.
Buena la reflexión… que lleva a su vez a reflexionar, Malle.
PD A mi en Didáctica General nunca me plantearon nada parecido 😉
Bonito motivo para la reflexión….
Totalmente de acuerdo… Espero que much@s profesor@s de " didáctica general " lean este artículo; a mi profesora de la Universidad le sonaría a chino… ¡¡¡Buenísimo post, sí señor!!!
Gracias por vuestras aportaciones. Me alegra que todos reflexionemos para mejorar esta gran profesión que tenemos 🙂
Estoy totalmente de acuerdo y me parece muy importante que los próximos docentes lo descubran. Yo siempre digo que eso de "que cada maestro con su librito" no debería ser una máxima educativa. Existen unas bases que están dentro de la formación del profesorado, y tienen que ver con todas esas cualidades que hacen a los alumnos identificar a su mejor profesor. Lucía
Para mí, un buen profesor es aquel que siente vocación por su profesión, que ve los errores como algo positivo de lo que podemos aprender, que motiva, que conoce a sus alumnos, etc. Un problema puede ser que todavía hay profesores que no se han renovado y que siguen enseñando como en la antigua escuela, con castigos y pensado que lo que ellos hacen es lo mejor sin tener en cuenta nada ni nadie.
Gracias por recordarme ciertas cosas que se olovidan con el tiempo.