«Las escuelas suecas dan marcha atrás en su proceso de digitalización». «Suecia abandona las pantallas en las escuelas». Desde junio de 2023 Suecia se pone como ejemplo de modelo de desdigitalización del sistema educativo. Si Suecia lo hace (que es molón y nórdico) ¿por qué no nosotros?.
Este tema ya lo abordamos Jordi Adell y yo en este artículo, pero lo retomo porque sale constantemente en los debates actuales sobre tecnología en el aula y aprovecho para continuar con esta sección de deshilando cosas de la web.
En primer lugar, los titulares no son del todo acertados, porque como afirma Educación 3.0, Suecia no va a prohibir el uso de las pantallas (al menos no todavía). Lo que va hacer (o está haciendo) es analizar el modelo de digitalización que se ha incorporado en los últimos años. Cuando analizamos las noticias sobre Suecia y las declaraciones que se han hecho desde responsables políticos actuales, se percibe como el uso de la tecnología se plantea como una dicotomía frente al libro de texto: o portátiles o libros de texto. Es decir, digitalizar sería meter libros de texto dentro de portátiles. Si esto es así, el proceso de digitalización de las escuelas suecas está cayendo en un error importante: sustituir libros de texto impresos por digitales no implica innovación educativa; supone un mero intercambio de soportes. Si usamos los libros de texto digitales para trabajar igual que con los impresos, estamos utilizando un soporte muy caro para impartir clase de la misma manera que hace 200 años. Eso no es innovación docente. La Tecnología Educativa lo lleva planteando desde su nacimiento como disciplina. El desarrollo de la competencia digital no es eso. Los nuevos recursos no vienen a sustituir a los anteriores, sino a enriquecer nuestra caja de herramientas como docentes. Os dejo un Djokovic que os lo resume. No lo dice en Sueco pero lo explica muy claramente.
De hecho, este mal uso de la tecnología no tendría lugar solo en Suecia, en nuestro país hay muchos ejemplos de mala integración de la tecnología en el aula. La tecnología tiene que incorporarse cuando tenga sentido y enriquecer la actividad educativa y que parta de la tarea y la estrategia didáctica del docente. La clave no sería prohibir la tecnología, sino aprender a utilizarla bien en el marco de la didáctica. Sé de casos en los que consideran que digitalizar la educación es leer y subrayar en un portátil para luego estudiar en casa. Y no, eso no es. Ni en Suecia, ni en España, ni en ningún sitio.
La decisión de Suecia se explica mejor si consideramos también que este país, aunque sigue situándose por encima de la media europea, ha caído en las evaluaciones internacionales. En el informe PIRLS, que evalúa la capacidad lectora, ha perdido 11 puntos. Ante la perspectiva de que pueda cuestionarse la política educativa planteada en los últimos años, una cabeza de turco a mano ofrece una coartada facilona y vendible: la tecnología. Lo de Suecia es una decisión de un gobierno conservador que indica que para leer y memorizar es mejor lo impreso que una pantalla. Es un marco erróneo acerca de cómo aprender e integrar la tecnología, un enfoque educativo que deberíamos haber superado y una estrategia que usa la tecnología como excusa para no asumir responsabilidades.
En todo este batiburrillo de noticias encontré unas declaraciones de una profesora Sueca pidiendo que por favor no se eche la culpa a la tecnología de cuestiones que son didácticas. Que hay centros que sí trabajan bien y que permitan que el desarrollo de la competencia digital se haga adecuadamente, y sobre todo, que no se utilice la tecnología como excusa para evitar que el sistema asuma las responsabilidades que tiene.
Pues eso.