Todos los que hemos pasado por el sistema educativo recordamos esforzarnos. Una de las acepciones de la RAE para la palabra esfuerzo es «empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades». El que algo quiere, algo le cuesta.

Poner interés en algo para conseguir superar una dificultad no puede ser malo. El esfuerzo en realidad no es el problema. Deberíamos entonces promover la cultura del esfuerzo ¿no? ¿Qué tiene de malo que alguien se esfuerce?. El asunto es que este debate tiene trampa.

Nadie que trabaje en educación va a renegar de la importancia del esfuerzo. Resulta especialmente interesante conocer trabajos de autores como Héctor Ruiz que nos explica cómo poder enfocar adecuadamente nuestro esfuerzo en estrategias adecuadas a la hora de estudiar y recuperar la información.

Pero, como sucede con mucha cosas en la actualidad, hay determinados conceptos que se cogen, descontextualizan, manipulan y nos presentan bajo titulares tendenciosos. Y el esfuerzo es uno de ellos. Es relativamente frecuente escuchar que tenemos un problema educativo actual que proviene de la pérdida de la cultura del esfuerzo. En este discurso, el esfuerzo se ha convertido en algo actitudinal. Si no tienes éxito es porque no te esfuerzas.

La trampa de la cultura del esfuerzo se esconde, desde mi punto de vista, en algunas de las ideas que subyacen cuando se leen discursos que la defienden:

  • Culpabiliza al alumnado. Si hay fracaso escolar es porque los estudiantes hoy en día no se esfuerzan. De este modo, desaparece la responsabilidad que tenemos el resto del sistema, si no nos pueden culpabilizar, no nos pueden exigir responsabilidades. Se nos olvida que nuestros estudiantes no nacen con ninguna modificación genética que les haga «esforzarse» menos. Aquí puede haber algo del sesgo del superviviente. Si yo he conseguido superar el sistema educativo, cualquiera debería poder, si no lo hacen es porque no quieren. Escribí sobre ello en este hilo de Twitter.
  • La cultura del esfuerzo está estrechamente ligada con discursos nostálgicos del sistema educativo. Soy consciente del riesgo que afronto al generalizar, porque no todo el mundo se ubica en esta premisa, pero si analizamos la carta viral de este profesor universitario, encontramos todos los ingredientes: añorar las clases de los 90, quejarse de las «pintas» que llevan los estudiantes, ver las tecnologías y la innovación como el enemigo… Echar de menos tener 524 estudiantes por grupo va en contra de toda lógica educativa.
  • Nos engaña como sociedad. Si fueran reales las premisas que se indican, todo el que se esfuerce conseguiría lo que se propone, estilo Mr Wonderful. Pero nada más lejos de la verdad. Sabemos que el ámbito socio-económico de los estudiantes es uno de los indicadores más fiables de predicción de su éxito educativo. Esa diferencia se percibe hasta en las extraescolares. Un reciente estudio ha encontrado que la gente con nivel adquisitivo alto se permite utilizarlas para ampliar conocimiento y desarollar nuevas habilidades, la gente con menos recursos paga academias para que sus hijos no se queden atrás.

Un par de casos prácticos:

  • Pepe tiene algunas dificultades con las matemáticas. Sus padres se sientan con él por la tarde y le echan una mano con los estudios, pero ha llegado un momento en el que no pueden abordar la complejidad de la Secundaria, por lo que pagan un profesor particular para que le eche una mano.
  • Pepa tiene algunas dificultades con las matemáticas. Sus padres trabajan todo el día y ella pasa la tarde con sus abuelos, que están ya mayores, y tienen que cuidar también de sus primos pequeños. Su abuela la anima a estudiar, pero Pepa tiene que hacerlo en el comedor mientras sus primos ven la tele y no puede tener ayuda.

¿De verdad pensamos que Pepe y Pepa tienen las mismas oportunidades de «esforzarse»?.

Viñeta de Faro.

Los que cuestionamos el discurso de la cultura del esfuerzo no cuestionamos el esfuerzo como aspecto fundamental de la educación y del aprendizaje. Lo que cuestionamos es que bajo esa premisa de «cultura del esfuerzo» no podemos esconder, como se esconde, que los problemas reales que tenemos en el sistema educativo están estrechamente relacionados con la desigualdad social.

Soy consciente de que hay situaciones diversas, también que con la edad hay determinadas cuestiones y responsabilidades que tienen que asumir los estudiantes. De hecho, cuestionar la cultura del esfuerzo no significa que como docentes no tratemos de que nuestros estudiantes saquen lo mejor de sí mismos y se esfuercen, pero no podemos obviar nuestra responsabilidad, la ausencia de recursos y muchos de los problemas que tenemos en el sistema educativo.

Y sí, necesitamos el esfuerzo, el esfuerzo compartido de tratar de atender a todos, necesitamos que los que gestionan la educación se esfuercen en proveer de los recursos necesarios, necesitamos esfuerzo y ayuda para que los docentes no vayan tan sobrecargados. Necesitamos esfuerzo de muchos agentes (políticas sociales) que lleguen a donde la escuela no puede llegar. Necesitamos hacer el esfuerzo de actualizarnos y tratar de innovar en los centros y aulas. Esforzarnos todos en algo que es de todos, y que debería ser también para todos.

La RAE también define esfuerzo como «empleo enérgico de la fuerza física contra algún impulso o resistencia». Por lo tanto, nos esforzaremos, por supuesto, pero la clave será ser capaces de ver qué impulso necesitamos y cuál es la resistencia que debemos vencer.

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